Ya está: terminó el año anterior. Empezó 2017.
En el espacio de la pared que se encarga de recordarnos el día en que vivimos ya cuelga un nuevo calendario y una nueva agenda nos mira virginal desde encima de la mesa. Lo viejo ya se lo llevó el camión de la basura.
Se terminaron, ¡por fin!, los resúmenes de lo acontecido el año pasado, las recopilaciones de noticias anuales, las omnipresentes listas de libros, películas, espectáculos etc. del 2016; los balances colectivos y personales y, también, ese día del año en el que la principal noticia es que el año se acaba. Pasaron las fiestas y los dulces, los licores, las comidas y siempre, en el fondo de la copa, queda el poso de que todo es una versión de algo anterior.
Ya está: terminó el año anterior. Empieza este.
El cuaderno está en blanco. La oportunidad de escribirse empieza otra vez y es ahora, ¡justo ahora! (nos dicen desde todos lados) cuando podemos cambiar, cuando podemos sacar de nuestra vida todo aquello que no nos gusta (o que nos gusta pero que en el fondo sabemos que no está o no nos sienta bien) e incluir lo que echamos de menos.
Debe ser ahora: justo en estos días en los que se juntan intención, deseo y voluntad. Una constelación nada frecuente. Aprovéchese, pues las tres son efímeras y no suelen coincidir. Posiblemente, se hayan esfumado en unas semanas.
Junto a las enmiendas particulares que sólo uno conoce, en toda lista de propósitos de año nuevo siempre estarán los clásicos: dejar de fumar, apuntarse a un gimnasio, colaborar con una ONG…y, en definitiva, todos esos propósitos del ser bien-pensante que debemos ser.
Pero los tiempos cambian y, junto a los secretos más íntimos y a las intenciones más clásicas, hay que ir abriendo espacio a propósitos nuevos y sofisticados acordes a la híper-modernidad en la que vivimos. Aquí, unos esenciales:
- Miraré a la persona que me habla en vez de a mi pantalla móvil. (Para avanzados: procuraré sostener la atención y la mirada por más de treinta segundos sin desviarla al teléfono)
- En el hipotético caso de participar en una conversación (o incluso en un debate) hablaré sobre él y reflexionaré con calma sobre el tema sin hacer una búsqueda inmediata en Wikipedia. Incluso, intentaré recordar datos que tenía en mi memoria antes de buscarlos automáticamente en Google.
- Cuanto esté en un avión, no sólo voy a apagar el teléfono cuando lo digan las instrucciones de seguridad sino que además no lo encenderé antes de que las ruedas toquen el suelo… En todo caso (y en todo transporte público) voy a sostener mis conversaciones en voz baja para que el resto de los pasajeros no se vean obligados a escuchar los detalles de mi vida privada. Voy a pensar, por un momento, que soy insignificante y en la posibilidad de que mi vida no les importa.
- Voy a hacer un decidido esfuerzo para concentrarme en lo que esté haciendo sin dejar que los chats instantáneos de facebook, skype, whatsapp o similares me interrumpan cualquier cadena de pensamiento que se me ocurra… así sea de pensamientos inteligentes.
- Voy a comprar libros, música y películas originales. Este año sí. De veras que sí. Nada de copias. Que sí.
- No voy a tomar más de 400 fotos diarias con mi teléfono. Y voy a convencerme de que no tiene mucho sentido airearlas por el mundo virtual a cada instante. Especialmente, no compartiré masivamente qué tipo de croissant desayuno por las mañanas o el estado de ánimo con el que me levanto.
- Cuando en la calle o en un semáforo, un indigente me pida dinero, voy a mirarle a la cara así no le dé nada. Voy a convencerme (aunque me cueste) de que no son invisibles y que también existen. Así me duela.
- Voy a ser amable con los trabajadores/as con los que hablo en los centros de atención al cliente. Así sea la vigésimo quinta vez que llamo sobre el mismo tema, tenga que repetir cada vez y a cada persona el motivo de mi llamada y no consiga ninguna solución concreta para mi problema. Este año, prometo de verdad no perder los nervios, ni descargar mi frustración, ni insultarles desaforadamente. Aunque a veces pueda no parecerlo, son humanos, tienen sentimientos y familia.
- Voy a mirar las etiquetas de los productos. En el supermercado, no voy a comprar aquellos que tengan ingredientes que no pueda pronunciar. En las de ropa voy a reflexionar antes de comprar si sé algo del sitio remoto donde se hicieron las prendas y las condiciones de trabajo de quienes las manufacturaron.
- Cuando decida consumir libros y pelis, voy a proponerme que al menos una vez al año sea de buena calidad… Así tenga que ir a una sala de cine o a una librería que no esté en un centro comercial.
Y por supuesto, voy a dejar de fumar, ir a un gimnasio y apuntarme a una ONG. Amén.